Ex Presidente de Keren Hayesod en Roma
La familia mundial de Keren Hayesod desea observar un minuto de silencio y reflexión en ocasión del primer aniversario del fallecimiento de Giorgio Campagnano, z”l, uno de los líderes y activistas más devotos de Keren Hayesod en Italia, y quien fue el Presidente de la Campaña de KH en Roma desde 1977 hasta 1982. Durante décadas, Giorgio Campagnano actuó en todos los frentes de Keren Hayesod con energía y dedicación ejemplares, organizando importantes campañas de solidaridad con el Estado de Israel y refutando enérgicamente a quienes cuestionaban la legitimidad del Estado Judío.
Particularmente memorable es la recolecta especial de oro que ideó para la Campaña de Emergencia llevada a cabo durante la Guerra de Yom Kipur. Se pidió a los judíos romanos que donaran cincuenta kilos de oro para sus hermanos israelíes, repitiendo lo que la comunidad había hecho 30 años atrás, en 1943, en un vano intento de salvarse de la brutalidad nazi. En esta oportunidad se recogieron más de cien kilos de oro.
En tributo a la memoria de Giorgio, publicamos un extracto de uno de sus escritos más impactantes, una carta abierta dirigida “a un amigo de izquierda de un judío de izquierda”. El texto completo fue publicado en la revista “Shalom”, en 2014, por su hijo Enrico, él mismo un destacado líder de KH en Italia.
“Soy judío, de familia laica y muy asimilada; los acontecimientos y el curso de mi vida me llevaron a recuperar mi identidad judía. Lo vivo sin arrogancia y sin fanatismo, como una herencia cultural y religiosa, pero también como una herencia moral, que creo que pertenece a las esferas más íntimas y privadas de la fe personal de cada uno de nosotros. Partiendo de la igualdad de derechos, llegué a creer firmemente en el derecho a ser diferente en el marco de una sociedad libre, al menos como portador de un patrimonio cultural e histórico que no es inferior y que se fusiona con otros para formar una cultura evolucionada y completa. Lo que quiero expresar es que la cultura de una sociedad debe ser el producto de varias culturas alternativas o subordinadas que la nutren, y que quien sea portador de tal subcultura tiene el deber de preservarla, no por estrechez, sino para habilitarla y convertirla en patrimonio de todos. Piense, por ejemplo, en la cultura napolitana.
Cuando era joven, era fuertemente anti sionista – estaba equivocado – pero con el tiempo aprendí a apreciar, a disfrutar, a amar al Estado de Israel. Me pareció que la simpatía por el movimiento para crear un estado judío independiente estaba en conflicto con la lucha sostenida durante años de opresión para lograr los derechos y deberes plenos para todos los ciudadanos, así como lo resaltaba la fe socialista, de un nuevo, abierto y libre mundo. Un mundo sin fronteras.
Cuando era niño, durante la Segunda Guerra Mundial, mientras nos escondíamos, escuchábamos todas las noches las transmisiones de radio de los Aliados, las voces del mundo libre. Esto incluía Radio Moscú, que abría con “La Internacional” y con la proclama de “¡Obreros del mundo, uníos”! Y tiempo después, escuchamos las emocionantes noticias sobre los éxitos del Ejército Rojo. Me entiendes, ¿verdad? Olvídate de la revuelta estudiantil en Occidente de 1968. ¿Cómo podría un joven no emocionarse? Y luego el período de posguerra: las esperanzas, los sueños y las ilusiones. Y el triste fin de las esperanzas, de los sueños y de las ilusiones. El retorno del radicalismo católico de los comités cívicos, de los movimientos de extrema derecha. La carrera entre oponentes durante la Guerra Fría para rehabilitar a los monstruos responsables del Holocausto.
Sí, el Holocausto, de hecho, la Shoá. Lo supimos por los primeros libros que se publicaron sobre el tema, de boca de los testigos, de un amigo que regresaba del infierno de los campos de concentración. De los muchos que sobrevivieron y se dirigían a reconstruir un hogar, un lugar donde trabajar, vivir y amar y restablecer lo que se llama “una vida normal”. Spielberg coloca en la boca de un oficial ruso las palabras dirigidas a los refugiados de Schindler: “No vayan al este ¡allí los odian! Tampoco vayan a occidente ¡allí los desprecian!” Cuán cierto y lamentable; cuán relevante en estos días…
La normalización del Pueblo Judío en un estado seguro y reconocido es inconscientemente inaceptable para una determinada cultura que todavía envenena las mentes y las conciencias. Plantea viejos problemas. Las dudas establecen verdades. Discuten sobre hechos irrefutables. Causa grietas en dogmas arraigados. Crea, en resumen, malestar y preocupación. Por lo tanto, es intolerable…
Si Israel se estuviera enfrentando a un riesgo mortal – y ciertamente lo está – Europa, la Gran Casa Común, no movería un dedo. Si, y Dios no lo permita, otra tragedia azotaría al Pueblo Judío, y está claro que no sería una tragedia solo para el Pueblo Judío, muchas personas, famosas o menos famosas, indudablemente se abandonaría a celebraciones extravagantes y conmovedoras. Y sin duda con auténtica emoción. Y son los que ahora señalan con dureza al Estado de Israel. En este punto no puedo dejar de recordar lo que dijo Golda Meir: “Mejor vivo y criticado que muerto y llorado”.
Soy el hijo menor del hijo menor de un equipo de doce hermanas y hermanos. Mi padre nació en 1894 (y pasó siete años en el ejército, tres de ellos sirviendo a Italia durante la Gran Guerra, por lo que fue recompensado en 1938, como ustedes saben…); mi abuelo nació en 1844 y vivió cuando todavía era costumbre “La Ceremonia de la Patada” durante el Carnaval Romano. Los representantes de la comunidad judía, encabezados por su presidente, iban al capitolio a recibir la patada en el trasero por parte de los “jóvenes hermanos”- representados por el Cardenal Vicario – y frente a una multitud que aplaudía y vociferaba. Sí, porque el Carnaval Romano se centró durante siglos en ridiculizar y perseguir (incluyendo ataques físicos) a los judíos.
En tres generaciones – tres etapas: emancipación, asimilación y recuperación de una identidad antigua y noble. Por lo tanto, piense en lo que siento, recordando estos hechos, al poner un pie en el suelo de un Estado de Israel libre. Ver sus universidades, sus centros de investigación, sus auditorios y sus kibutzim, sus instituciones, sus cosas buenas así como las menos buenas. Sus discusiones, sus debates, la rica diversidad de conocimientos importados de todas las culturas del mundo. Y cómo me siento yo, cultural y psicológicamente italiano, en realidad “romano” hasta la médula, por ser bienvenido a ese pueblo. Sí, el pueblo. El Pueblo de Israel. Han venido de todo el mundo. Judíos y dudosamente judíos, sefaradíes y ashkenazies, ortodoxos y socialistas, sionistas laicos y sionistas religiosos, nacionalistas y cosmopolitas. Todo se cuestiona, todo es aclamado por un lado y criticado por el otro. Es el único lugar del mundo donde se puede decir de todo y lo contrario sin que nadie piense o diga: “Habla así porque es judío”. Cada persona puede escribir su propia novela. Tengo muchos amigos y conocidos entre ellos; no son mejores ni peores que los italianos, los franceses o los griegos. Pero créanme, son la antítesis de cualquier ambición militar. Cada uno de ellos tiene una desesperada necesidad de paz y normalidad.
Agradecemos al hijo de Giorgio, Enrico, y a su hermana Patrizia, quienes también están estrechamente vinculados con Keren Hayesod, por la ayuda que nos brindaron y que hicieron posible este homenaje.
Bendita sea su memoria y que su vida sirva de ejemplo para todos.
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